Con la última paralización contra el proyecto minero de Tía María ha quedado en claro tanto la verdadera intencionalidad de los promotores del paro como la ncapacidad que parece haber desarrollado el Estado para promover la nversión minera en los últimos años.
El proyecto en cuestión ha sufrido por una mala presentación inicial de la empresa sobre el abastecimiento de agua para la mina, lo que generó que los pobladores –en su gran mayoría, agricultores– expresaran rechazo a su construcción. Pero luego de esa equivocación, que les ha costado un año de retraso, se ha modificado el proyecto con la inclusión de una planta de desalinización, por lo que el agua ya dejó de ser una preocupación.
Ahora, la mayoría de la población no se opone al proyecto luego de esa modificación. Sin embargo, los políticos y las ONG detrás del movimiento antiminero insisten en tratar de boicotearlo, desenmascarando de esa manera su intención antiinversión. Posiblemente la agenda encubierta de estas últimas sea satisfacer a sus donantes en el exterior o crear un 'ambiente adecuado para el próximo proceso electoral.
Es importante resaltar que lo que está en juego es uno de los principales proyectos para Arequipa, con mil millones de dólares de inversión, que generará empleo en la región. En las actuales circunstancias y con los riesgos ambientales minimizados, no tiene sentido que algunos persistan en su cerrada oposición. Al final de cuentas, los más perjudicados si el proyecto es abandonado serían los habitantes de la localidad, quienes perderán no solo una fuente importante de trabajo sino también los recursos del canon que se hubieran generado. Mientras que lo último que les interesa a los promotores del paro es el bienestar de la población.
Por otro lado, también es preocupante la falta de un manejo estatal adecuado para concretar grandes inversiones. En Tía María no ha sido de gran ayuda y Toromocho, un proyecto de 2,200 millones de dólares, ha sido postergado, por o menos un año, por desacuerdos con el Estado.
Posiblemente el Gobierno se ha creído su propio cuento acerca del milagro peruano y con evidente ceguera considere que ya no son indispensables los grandes proyectos mineros. No podemos de otra manera explicar cómo en solo estos dos casos 3,200 millones de dólares de inversión corran el riesgo de ser desperdiciados.